viernes, 21 de marzo de 2014

Billete sólo de ida


El viernes pasado viajé al Reino Unido, cargada con dos maletas que me servirían para pasar tres meses fuera de casa para realizar las prácticas del máster en una universidad inglesa. Salí de Barcelona con un billete de sólo ida. Destinación: Birmingham. Me fui acompañada de mi pareja, en lo que prometía ser un periodo excitante para ambos: yo iba a dar clases en la universidad de Aston y él iba a aprender inglés y a buscar un trabajo temporal.
Anteriormente, yo ya había vivido en Inglaterra. Tuve la suerte de realizar un año de Erasmus en Canterbury, a una hora en tren de Londres. Canterbury la recuerdo como una ciudad encantadora. Con su espléndida e imponente catedral y sus callejuelas tradicionales y llenas de vida. Una ciudad de gente amigable y de estudiantes universitarios. Una ciudad donde puedes pasear a lo largo del río, por sus verdes parques o deambular por las calles y toparte con tiendecitas particulares o restaurantes de todo tipo. Una ciudad pequeña, de poco más de 40.000 habitantes. Sencilla, limpia y elegante. Quizá por este buen recuerdo que me quedó de mi experiencia en Inglaterra tenía yo unas expectativas muy altas de Birmingham.
Esta ciudad es la segunda más grande de Inglaterra y cuenta con más de un millón de habitantes. La mitad de la población es autónoma, la otra mitad es inmigrante. A menudo se describe la ciudad como diversa étnica y culturalmente, pues en ella viven comunidades de Afganistán, Bangladesh, Bosnia, China, Chipre, Grecia, India, Irán, Irlanda, Italia, judíos, kurdos, Latino América, Pakistán, Polonia, Somalia, Sudán, Vietnam o Yemen. Antes de llegar, me parecía interesante una ciudad así de cosmopolita y me la imaginaba llena de movimiento, de vida, de frenesí.
La primera impresión que tuve cuando llegué fue muy diferente de lo esperado. Después de salir de la estación principal de New Street, casi a medianoche, caminamos tirando de nuestras maletas por unos diez minutos hasta la universidad. En ese tiempo pudimos experimentar algunas de las cosas que la ciudad nos podía ofrecer. Para empezar, las primeras personas que oímos entre la muchedumbre que bajaba del tren fueron un grupo de chicas medio desnudas y muy bebidas que cantaban y gritaban dando tumbos por la estación. Después de recibir indicaciones de seguir la calle principal a pie hasta llegar a la universidad (donde debíamos alojarnos las primeras noches), nos fuimos fijando en la cantidad de basura que corría por el suelo movida por el aire frío de la noche. Las calles parecían vestir un traje a topos, conformado por los chicles pegados que había distribuidos casi uniformemente por el suelo. A pesar de ser viernes por la noche, no había casi nadie por la calle, no vimos ningún local abierto. Al llegar al recinto de la universidad y después de localizar el edificio donde recoger las llaves, nos dirigimos a nuestra habitación. Sólo decir que estar en la residencia universitaria parecía como entrar en la cárcel. Había que identificarse a cada paso, cruzar una verja, un patio, tres puertas de seguridad, subir dos pisos en ascensor y desbloquear nuevamente otras dos puertas para acceder a la habitación.
Voy a intentar resumir como fueron los siguientes días, porque leer todo explicado detalladamente podría ser tan cansado como escribirlo. En general, la ciudad da una idea de abandono. Las calles son sucias, las personas tristes (de hecho, he leído posteriormente en un artículo que es la ciudad del Reino Unido más deprimente), las casas que visitamos eran indescriptibles. Aun así, intentaré daros una pincelada, tampoco quiero que os deprimáis al imaginarlo: habitaciones compartidas en casas medio destruidas, sucias, donde el suelo chirriaba, donde el papel de las paredes se caía a tiras, donde el baño compartido era inaceptable, o había que compartirlo con otras 8 personas… Cocinas donde no pondría ni el pie. Y todas estas comodidades por el irrisorio precio de alrededor de 400-500€ al mes, a lo que a algunas, debido a la lejanía del centro, habría que sumarle el precio del transporte, que subía a la bonita cifra de 70€ por persona. Bueno, después de haber buscado en todas las páginas posibles de anuncios, incluso las gestionadas por la universidad, y ver que fotos atractivas resultaban ser un engaño, pues en realidad las casas eran desastrosas, no sabíamos qué hacer, pues extender nuestra estancia en la residencia universitaria nos salía por unos 900€ al mes.
Decidí que lo mejor era buscar ayuda en la universidad pues, dado que yo iba a trabajar allí, esperaba que me dieran una mano. Ante mi sorpresa no fue así. Recibí malas caras y un trato desagradable de las personas que trabajaban allí, tanto en la oficina de alojamiento, como en la biblioteca, como en la recepción del edificio principal. Me sentí bastante desanimada, pues en mi experiencia anterior en la universidad de Canterbury, las personas eran extremadamente amables y dispuestas a ayudar, y si no podían ayudarte, buscaban a la persona que podría hacerlo.
Hice un examen de la situación. Desde mi llegada, había tenido sólo malas impresiones: de la ciudad, sucia y apagada; de las casas, destrozadas y caras; de la universidad, poco acogedora y falta de amabilidad. Me di cuenta de que no me sentía a gusto. Quizá podría haberme hecho venir bien la ciudad poco atractiva, si hubiera encontrado un lugar habitable donde estar y la universidad me hubiera dado una mejor bienvenida. Quizá podría haberme acostumbrado a una casa medio destrozada si al salir a la calle me encontrara en una ciudad preciosa y estuviera a gusto en la universidad. Quizá podría haberme quedado en una universidad fea y gris si la ciudad fuera llena de color y viviera en una casa decente. Un montón de quizás.
Llegué a la siguiente conclusión: si cada uno es amo de su destino, entonces yo tenía derecho a decidir qué hacer con mi vida. Y en ese momento decidí abandonar Birmingham, porque yo sentía que Birmingham ya me había abandonado a mí. De hecho, nunca me acogió. No soy una quejica, más o menos siempre me adapto a situaciones, ambientes y personas nuevos. Esta vez decidí no dejarme arrastrar por el curso de las cosas, cambié el curso. Compré un billete sólo de ida a Barcelona y dejé Birmingham atrás. Y creo que para no volver.

viernes, 13 de septiembre de 2013

La vía catalana contada por un eslabón de la cadena

 
En estos días es inevitable pararse al menos un momento a reflexionar sobre la cadena humana del pasado 11 de setiembre, en motivo de la Diada de Catalunya y para reclamar la independencia.
Se oye en continuación la cifra de un millón seis cientos mil participantes, lo que es un número espectacular de personas y estoy segura de que leído en las portadas de la prensa nacional e internacional, causa impresión. Puede que para un lector que no participó en la vía catalana, esto no sea más que una cifra, un número. Es importante prestar atención a la cantidad de personas que estuvo presente manifestándose a lo largo de todo el territorio catalán, para entender cuánta representación tiene la voluntad de independencia. Sin embargo, no quisiera pararme demasiado en un número, porque si eso fuera lo más relevante, entonces se habrían usado más muñecos de cartón para hacer la cadena más abundante, digo yo, pero ese no era el objetivo. A mi, en cambio, me gustaría llamar la atención sobre el ambiente, sobre el desarrollo, sobre el tipo de personas que participaron en la cadena humana.
Desde por la mañana del día 11 de setiembre se respiraba un aire festivo. Se empezaban a ver personas que bajaban de trenes y autobuses y que caminaban a lo largo de las carreteras para llegar a sus tramos. La Diada de este año fue una oportunidad para hacer una excursión con familia y amigos, para visitar otros pueblos del país y quizás aprovechar para descubrir alguna joya de arquitectura escondida. Algunos aprovecharon para disfrutar de la gastronomía local en algún restaurante y, otros muchos, se reunieron cerca de sus tramos alrededor de una mesa plegable de camping a comer en familia, tal fuera domingo.
El clima festivo que reinaba por la mañana fue aumentando a medida que las personas se acercaban a sus posiciones, después de que la circulación al tráfico fuera cortada. Poco a poco, conocidos y desconocidos, entablaban conversación. Los niños aprovechaban para jugar, mientras esperaban. Algunos habían incluso llevado a sus mascotas. Me refiero a perros de talla pequeña, no a las vacas; esas se quedaron en los campos, que es donde tienen que estar.
Lo que me emocionó de este acto reivindicativo fue ver que se trataba de una reunión intergeneracional. Vi a niños pequeños, jóvenes, adultos, abuelos. Vi a personas que habían acudido en grupo y, otras, solas. No fue una manifestación característica de un solo grupo social, fue la manifestación de un sentimiento que comparten personas de todas las edades, clases y zonas geográficas de Catalunya. Y, también, (y esto tenía muchas ganas de añadirlo) personas tanto catalano como castellano-parlantes. No es que a mí me sorprenda, pero quizás a más de uno en España sí. Aquí tenemos la suerte de ser bilingües y yo estoy muy contenta de saber hablar el catalán y el castellano por igual y de expresarme en lo que me de la gana. He tenido la suerte de recibir una educación bilingüe y no creo que tenga ningún déficit escribiendo o hablando en castellano (juzguen ustedes mismos). No me parece que los catalanes necesitemos ser “españolizados”, como algún ministro de poca monda ha propuesto.
Volviendo a la vía. Los organizadores se encargaron de que todo el mundo se repartiera más o menos de manera uniforme. En algunos puntos había mucha gente y se creó una doble fila de personas por falta de espacio. Algunos no se fijaron en eso, porque perdieron el tiempo buscando muñecos de relleno. Entre cantos y cánticos, llegó la hora y, muchos, con el pinganillo de la radio en la oreja, escucharon y cantaron el himno de Catalunya. Este es el himno que yo siento como mío, no la marcha real. Qué le vamos a hacer, nunca me ha ido mucho eso de la música sin un texto.
Sobre las seis de la tarde, la cadena se empezó a deshacer, los participantes se dirigieron a pie o en coche a sus poblaciones de origen y, digamos, que se acabó la fiesta. Antes de acabar quiero remarcar que todo se desarrolló de manera pacífica, sin altercados. La gente reía, cantaba, hacía la ola, en fin, se divertía. No creo que nadie se ofendiera. En la vuelta a casa, hubo un máximo respeto por el ambiente (no quedó todo lleno de basura en los arcenes) y por los demás (los coches cedían el paso, esperaban pacientes, no se oían bocinas estridentes).
Mi reflexión personal de todo esto, que lo viví en primera persona, es que no creo que nos hayamos vuelto todos locos. Si más de un millón y medio de personas se reúnen para manifestarse será por algo. Y esas voces tienen que ser escuchadas. A la señora Sáenz de Santamaría, que sigue insistiendo con eso de “escuchar a la mayoría silenciosa”, le digo que dejen hacer la consulta en paz, que los votos del “no” valen igual que los del “sí” y que si esa famosa “mayoría silenciosa” de la que habla decide expresarse democráticamente a través del voto, pues podrá hacerlo, como lo harán el millón seis cientos mil participantes de la vía catalana.

lunes, 19 de agosto de 2013

Fuentes de Roma. Saciar la sed y admirar verdaderas obras de arte

Roma es única por tantos motivos, pero quizás no sabíais que es la única ciudad en el mundo que posee unas dos mil fuentes. 
Así pues, cualquiera que se encuentre dando un paseo por Roma puede dar un buen trago del agua que emana continuamente de las fuentes, que están puestas a disposición del público ofreciendo la posibilidad de beber agua potable gratuita en cualquier momento. Y lo más importante, fresca, cosa que se agradece después de haber caminado toda una mañana por la ciudad. 
Son conocidas popularmente con el nombre de "nasoni" (narizones), a causa de su particular forma:


A menudo las personas aprovechan para rellenar sus botellas o cantimploras, pero muchos no saben que para beber directamente de la fuente no hay que agacharse e intentar tragar el agua que cae, o poner las manos en forma de concha y beber de ellas. Los romanos tienen una forma mucho más elegante de hacerlo. Encima del tubo por donde emana el agua, hay un agujerito. Hay que cubrir con un dedo la salida del agua, de manera que ésta saldrá por la parte de arriba, a través del agujero. La próxima vez que os encontréis con un "nasone", podréis beber como un auténtico romano.


APP! Por cierto, si tenéis un iphone o ipad, podéis descargar de forma gratuita la aplicación "Nasoni di Roma", un mapa de la ciudad con la localización de todas las fuentes. 

La mayoría de las fuentes tienen como función saciar la sed de los pasantes, pero otras son verdaderas obras maestras, que dejan con la boca abierta y que no tienen nada que envidiar a otros monumentos de la ciudad. A continuación, os propongo un paseo para admirar algunas de las fuentes más espectaculares de Roma.


Empezamos por Piazza della Repubblica, donde se encuentra la Fuente de las Náyades (1). Fue construida en el 1888 por Alessandro Guerrieri con el objetivo de dar una perspectiva monumental a la elegante Via Nazionale. Originariamente, se colocaron cuatro leones de yeso, que fueron posteriormente sustituidos en 1901 por cuatro esculturas de bronce del escultor Mario Rutelli que representan las ninfas de los lagos, de los ríos, de los océanos y de las aguas subterráneas.



Desde aquí llegamos a Piazza Barberini, donde se encuentra la Fuente del Tritón (2), realizada el 1643 por Lorenzo Bernini. Cuatro delfines con la cola hacia arriba sostienen una gran concha sobre la cual se encuentra Tritón que hace sonar una caracola marina.



Seguimos Via Sistina hasta Piazza Trinità dei Monti. Enfrente a la gran escalinata de Piazza Spagna, se encuentra la Barcaccia (3), de Pietro Bernini (padre del famoso Lorenzo Bernini).



Desde Piazza di Spagna volvemos hacia Via del Tritone y llegamos a la más famosa fuente de Roma (y quizás del mundo), la Fontana de Trevi (4). El nacimiento de esta fuente está estrechamente relacionado con la construcción del acueducto Aqua Virgo, realizado por Agripa en el siglo 19 a.C., para hacer llegar el agua al Panteón y a sus termas. La fuente que admiramos hoy es del siglo XIII, de estilo barroco, obra de Nicolás Salvi. Se trata de una grande piscina que parece que invade la minúscula plaza. Observamos tres nichos: en el central, Neptuno y a sus dos lados, Abundancia y Salubridad. La fuente cambia totalmente al anochecer, cuando está iluminada y los juegos de sombras la hacen parecer más majestuosa y monumental de lo que ya es.



La tradición: Se dice que si tiras una moneda a la fuente, tienes tu regreso asegurado a Roma. No está muy claro cuando nace esta tradición, pero el origen se podría encontrar en la época romana, cuando se arrojaban monedas a las fuentes, como en los pozos, para que los dioses propiciaran buenos augurios.

Después de ver la Fontana de Trevi, cruzamos Via del Corso en dirección a Piazza Navona y nos paramos delante de la Fuente de los Cuatro Ríos (5) de Bernini. Sobre la fuente se alzan las personificaciones de los cuatro ríos que representan los cuatro continentes conocidos en aquella época: el Danubio (Europa), el Ganges (Asia), el Río de la Plata (América) y el Nilo (África).


Una curiosidad: Cuenta la tradición que la posición de las estatuas del Nilo y del Río de la Plata fue debida a la rivalidad entre Bernini y Borromini. El Río de la Plata tiene una mano levantada para protegerse de la caída de la fachada de la Iglesia de San'Agnese in Agone (de Borromini), mientras el Nilo tiene la cabeza cubierta para no ver dicha iglesia.

Desde Piazza Navona nos dirigimos hacia el Gueto. En una pequeña plaza medio escondida, Piazza dei Mattei, encontramos la Fuente de las Tortugas (6). Cuatro efebos ayudan a cuatro tortugas a beber del surtidor que está en alto.


Si seguimos la Via del Teatro di Marcello, llegamos a la Piazza della Bocca della Verità, donde se encuentra la Fuente de los Tritones(7). Construida en el siglo XIII por Carlo Bizzaccheri, la fuente tiene forma de estrella en honor al Papa Clemente XI, en cuyo blasón había una estrella de ocho puntas. En la otra parte de la plaza se encuentra la famosa Boca de la Verdad, podéis aprovechar para meter la mano dentro, pero atención porque si habéis dicho una mentira, ¡perderéis la mano!



Aquí acaba el recorrido para ver las fuentes que os propongo, si tenéis otras fuentes que recomendar, no dudéis en dejar un comentario :)

martes, 13 de agosto de 2013

Tres días en Florencia

Un dicho popular florentino dice: Roma per grandezza, Firenze per bellezza.
Sin quitar méritos a Roma, hay que decir que Florencia te captiva. Es una ciudad pequeñita, cuenta con unos 380.000 habitantes. Los florentinos son personas amables, que saben cuidar de los turistas y sin duda han contribuido a que me lleve una buena impresión de la ciudad.

Nuestro viaje empieza en Roma, desde donde el tren nos lleva a Florencia en menos de una hora y media. Llegamos a la estación de Santa Maria Novella y vamos a dejar la maleta al hotel. Os recomiendo que cojáis un hotel en el centro, por la comodidad para moveros. Nosotros reservamos en una zona a 1 kilómetro del centro (via Toselli) y ha sido un poco incómodo tener que coger buses para ir y venir, sobre todo por la noche.

Volvemos a la estación, pues este será el punto de partida para el itinerario del primer día.

DÍA 1

Desde la estación vamos hacia la plaza de Santa Maria Novella, desde donde podemos admirar la Basílica con el mismo nombre. Su fachada es de mármol blanco y verde y dentro se pueden admirar obras maestras como La Trinidad de Masaccio, los crucifijos de Giotto y de Brunelleschi y pinturas renacentistas de Ghirlandaio y de Filippino Lippi. La visita de la iglesia y el museo cuesta 5€, nosotros no entramos y seguimos nuestro recorrido.

consejo
Florencia es una ciudad llena a rebosar de arte y cultura, pero para poder gozar de todo lo que ofrece hay un precio que pagar. Continuamente durante el viaje nos hemos encontrado con precios en la entrada de los monumentos, basílicas, etcétera, así que un consejo antes de empezar el viaje: si tenéis intención de visitar todo (o casi todo) lo visitable en la ciudad y vais a quedaros tres días, existe un pase llamado Firenze card, que por 50€ permite el acceso durante 72 horas a todos los monumentos y museos de la ciudad evitando las colas. 

Dejamos de lado el mapa y nos adentramos en las callejuelas del centro. Para poder disfrutar bien de una ciudad es imprescindible perderse un poco, dejarse llevar. Ir siempre con el mapa en la mano es útil si tenéis poco tiempo y queréis ver el máximo, pero si disponéis de tiempo suficiente, dejáos llevar por el instinto, dejáos sorprender.

Nosotros nos sorprendemos cuando en una esquina aparece ante nosotros un edificio espléndido. Se trata del Palazzo Strozzi, uno de los palacios más bonitos del Renacimiento italiano. La familia Strozzi, hostiles con los Médici, construyeron su residencia más grande que el palacio de los Medici, a posta para demostrar su poder. Por lo que parece, un poco para hacerles la puñeta.

Seguimos en dirección al río y nos encontramos delante del puente de Santa Trinità. Es el puente en arco elíptico más antiguo del mundo y sobre él se encuentran cuatro estatuas que representan las cuatro estaciones. Nos sentamos un rato sobre este puente para contemplar desde aquí el Ponte Vecchio. La verdad es que esta vista me recuerda mucho a Girona, con sus casas de colores reflejadas en el río Onyar.

 









 
 
 













Caminamos por el lungarno hasta el Ponte Vecchio, el puente más antiguo de la ciudad. Sobre el puente hay solo tiendas de orfebrería, nos vemos enseguida rodeados de vitrinas que lucen joyas hechas de oro. Sobre el puente pasa una parte del corredor vasariano, que conecta el Palazzo Vecchio con Palazzo Pitti a través de la galería Uffizi. Dentro de este corredor se encuentra una colección de autoretratos, que depende del museo Uffizi.

 
Una vez llegados al otro lado del puente, caminamos hasta el Palazzo Pitti. Es un edificio imponente, enorme, de aquellos que te tienes que alejar mucho para hacerlo entrar en una foto. Hay una cola larguísima. Nos sentamos a la sombra y nos comemos un bocadillo mientras observamos el ir y venir de los turistas. Después de un poco, emprendemos el camino de regreso al hotel, pasando primero delante de la galería Uffizi. También aquí vemos una cola monstruosa. Enseguida entendemos por qué. Es martes y los lunes los museos de Florencia cierran, así que hoy es el día en que se acumulan más turistas para visitar los museos.

consejo
Los museos cierran los lunes, tenedlo en cuenta a la hora de organizar el viaje. Pensad también que el martes hay muchísima gente. En el mes de agosto hace bastante calor y es mejor evitar hacer colas de dos horas. Para ahorrar tiempo lo mejor es reservar las entradas. Podéis hacerlo por internet o, si habláis italiano, por teléfono al +39 055 294883. El precio de la reserva es de 4€, ¡pero evitaréis las colas!

Decidimos volver al hotel y, después de una siestecilla, nos ponemos a buscar en Tripadvisor los restaurantes más recomendados de la ciudad. Barajamos varias posibilidades y al final reservamos para cenar en el Club Culinario Toscano da Osvaldo. Sobre las siete cogemos el bus que nos lleva hacia la Piazza di Santa Croce, donde se encuentra la basílica del mismo nombre. No podemos ver mucho porque la plaza está cerrada, ya que el oscarizado actor Roberto Benigni está dando un espectáculo sobre el Infierno de Dante. Esperaremos a mañana para verla.

Desde allí nos encaminamos a pie hasta el restaurante, que se encuentra en Piazza de' Peruzzi. Podría usar varios párrafos para describir lo mucho que nos gustó la cena en este íntimo restaurante. Os digo sólo que los platos son muy elaborados, todos preparados con productos típicamente toscanos. La pasta es hecha en casa y tienen una gran variedad de vinos de calidad.

Después de la cena, damos un paseo nocturno hasta la estación y nos topamos con el Duomo, la catedral principal de Florencia, que se presenta imponente ante nosotros. Nos quedamos varios minutos observándola en todo su esplendor, pues es un edificio impresionante. Además, de noche los monumentos tienen algo de mágico, menos gente a su alrededor, que te permite más tranquilidad para observarlo bajo una luz diferente. La verdad es que la catedral explica muy bien por qué el centro histórico de Florencia fue declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1982.

En nuestro camino de vuelta al hotel aún nos espera otra pequeña joya que descubrir: la iglesia conocida como San Gaetano, que ni siquiera está marcada en el mapa, pero que está abierta de noche. Entramos atraídos por la música que sale de ella, aunque nos decepciona un poco que sea música grabada y no en directo.

Aquí concluye el primer día, nos merecemos un buen descanso después de todo lo que hemos caminado.

DÍA 2

Nos levantamos con ganas de aprovechar todo lo que Florencia tiene para ofrecernos. Después de reservar para la Galleria dell' Accademia (nos morimos de ganas de ver el David), no conseguimos reservas para la Galleria degli Uffizi. Vamos a desayunar, un tanto preocupados por la fila que nos va a tocar hacer en el Uffizi.

Pasamos delante del Duomo y notamos lo mucho que cambia de la noche al día. Mientras la noche anterior nos habíamos quedado con una imagen de tranquilidad, por la mañana hay un gran bullicio, muchos grupos organizados de turistas, que siguen a sus guías como si fueran profetas, largas colas para visitar la catedral, el museo, la cúpula, el baptisterio y el campanario. La catedral se puede visitar de manera gratuita, pero para el resto, hay un billete combinado de 10€. Como os decía antes, todo se paga.

Continuamos hacia la Piazza della Signoria, donde se encuentra el Palazzo Vecchio, que data de finales del siglo XIII y que actualmente es la sede del ayuntamiento. Enfrente hay una copia del David de Miguel Ángel (el original se encuentra en la Galleria dell'Accademia). A la derecha tenemos la Loggia dei Lanzi, un museo al aire libre donde, entre otras esculturas, podemos admirar el Perseo con la cabeza de Medusa de Cellini y el Rapto de las Sabinas de Giambologna.


Conectado al Palazzo Vecchio se encuentra el imponente edificio que acoge la Galería Uffizi, con su característica forma de U. Llegados a este punto, estamos a punto de rendirnos y hacer la cola, pero mi intuición me lleva a descubrir algo importante: que es posible comprar las entradas en preventa. Cuando lleguéis, veréis que no está muy claro donde ir: hay tres puertas numeradas del 1 al 3, parece un concurso televisivo, si eliges la puerta correcta, ¡premio! La 3 es la fila sin reserva, donde dejan pasar 40 personas cada media hora; la 1 es la fila con reserva y, ¡atención! la 2, donde hay poca cola, es para la preventa de entradas. Son las 10, después de esperar unos 5 minutos, compro entradas para las 10:45. Nos sentamos un rato a esperar y luego nos dirigimos directamente a la puerta 1, y entramos a la galería.
 
Decir que la galería es grande es decir poco. Hay unos 17.000 m2 de salas de exposición y una gran parte de la colección de arte no se muestra al público por falta de espacio. Aún y así, cuando te encuentras dentro de las salas, te sientes un poco abrumado por la gran cantidad de obras juntas que hay. No hay tiempo para apreciar todas y cada una de las pinturas y esculturas. Dentro del museo hay para todos los gustos. Por supuesto, obras de Botticelli (La primavera y El nacimiento de Venus), Michelangelo (Tondo Doni), Leonardo da Vinci, Raffaello, Tiziano o Caravaggio, además de una galería dedicada a esculturas antiguas y también pintura europea con obras de Rubens o Rembrandt.

Nos sentimos hambrientos después de dos horas de immersión artística, así que nos tomamos una pausa y vamos, por sugerencia de Tripadvisor, al Antico Vinaio, situado en Via de' Neri. Se trata de un pequeño local familiar donde preparan bocadillos con pan de focaccia y con una gran variedad de embutidos y salsas. Dejaos aconsejar por los camareros, saben lo que se hacen. Si no coméis embutidos, como yo, tienen también mozzarella y otros quesos, y una variedad de verduras.

Con la barriga llena, nos encaminamos poco a poco hacia la Galleria dell'Accademia, al norte de la catedral. Damos un largo paseo y, para hacer tiempo, nos sentamos en la plaza de Santissima Annunziata, delante de los pórticos de la basílica de la Santissima Annuziata. Desde allí es fácil llegar a la Galleria dell'Accademia. Este museo es sinónimo de David de Miguel Ángel. Es sin duda su pieza más importante y la verdad es que no hay fotos que valgan, hay que verlo en vivo. Está situado en una sala con un techo altísimo, con una claraboya que deja caer sobre la estatua una luz mágica. Verlo te deja sin aliento, es tan grande, que da una sensación de majestuosidad. Es una obra maestra, todos los detalles están esculpidos con una perfección meticulosa. Se ve la fuerza de los músculos, las venas de los brazos hinchadas, parece real; sólo que enorme y de color blanco. La entrada del museo ya vale la pena sólo por el David. Yo no pude evitar volver atrás durante el recorrido y verlo otra vez antes de irme.

Salimos del museo pensando que ha sido una buena inversión de tiempo y dinero. Paseamos hasta la catedral y, como no hay mucha cola, decidimos entrar a visitarla. Tengo que decir que por lo imponente que es desde fuera, el interior nos desilusiona un poco. Lo impresionante de este edificio son sus grandes dimensiones, la decoración de la fachada, toda de mármol, y la immensa cúpula, inaugurada el 1436, obra de Brunelleschi.

Para rematar la tarde, cogemos un bus (el 12 desde la estación de Santa Maria Novella) que nos lleva a la iglesia de San Miniato al Monte. El bus nos sube hasta la colina y nosotros acabamos de subir a pie la larga escalinata que lleva a la iglesia. Llegamos arriba sin aliento, pero vale la pena porque cuando nos giramos vemos una vista panorámica fantástica de la ciudad. La iglesia está situada sobre esta colina que domina la ciudad. Se trata de uno de los ejemplos más extraordinarios de la arquitectura románica toscana. 






consejo
Los billetes del bus cuestan 1'20€ por viaje, pero si los compráis en las máquinas que hay en el bus, pagaréis 2€. Recordad que en Italia, podéis comprar billetes para el transporte público en los estancos y quioscos de prensa. No subáis al bus sin billete, porque hay revisores. No arruinéis las vacaciones con una multa.

Es hora de volver al hotel para una ducha rápida y un cambio de ropa para la cena. Hoy toca probar el restaurante Vini e Vecchi Sapori. Se trata de una pequeña trattoria, con una capacidad para 25, máximo 30 personas. Te juntan con otras personas en la mesa, y es agradable compartir experiencias con desconocidos mientras degustas la fantástica comida que ofrecen. Podríais escoger un plato al azar del menú y seguro que no os equivocaríais. Todo es exquisito, cocina típica, ingredientes naturales, todo cocinado como en casa, pero con una calidad y un toque especial. Los camareros son los propietarios, así que el trato es muy cordial y podéis dejaros aconsejar, porque no se equivocan.

Volvemos al hotel para la última noche en Florencia.

DÍA 3

El último día, lo dedicamos a la otra parte del río Arno. Con el bus 37 llegamos cerca de la plaza Santo Spirito y visitamos por la mañana la basilica di Santo Spirito. El interior fue diseñado por Brunelleschi y dentro encontramos el Crucifijo, de Miguel Ángel.

Nos acercamos al Palazzo Pitti y decidimos visitarlo. Es jueves por la mañana y no hay cola. Compramos una entrada para visitar la galería de arte moderno, la galería palatina y los apartamentos reales. Este palacio es del siglo XV y fue residencia de los Medici, de los Lorena y, en la época en que Florencia fue la capital de Italia, de los Saboya. La parte que más me gustó fueron los apartamentos reales, pues se pueden ver todas las habitaciones, con una decoración única para cada sala. Además, se puede encontrar la explicación de a quién pertenecía esa habitación, quien había dormido allí, una manera para transportarte a la época en que los Medici vivían en palacio. A parte de los frescos que se admiran en el techo de cada una de las salas, hay una colección pictórica de los siglos XV-XVII: Raffaello, Giorgione, Tiziano, Caravaggio, Rubens o Velázquez.

Después de esto, no podemos resistir repetir un bocadillo en el Antico Vinaio y acercarnos a uno de los pocos sitios que nos quedaban por ver: la Basilica di Santa Croce. También aquí hay que pagar para entrar (6€) pero nosotros nos conformamos con observarla desde fuera. Esta es la iglesia franciscana más grande del mundo y se la conoce también como “Panteón de las glorias italianas”, pues acoge ilustres sepulcros (Miguel Ángel, Galileo, Maquiavelo, Rossini, Foscolo, Alfieri) y se encuentran también obras de Donatello (La Anunciación y el Crucifijo).

Damos un último paseo por el centro histórico antes de volver a casa. Descubrimos por casualidad (y por eso es bueno a veces olvidarse del mapa) el mercado más grande de Florencia, que va desde Piazza San Lorenzo hasta Via dell'Ariento. Encontramos infinidad de paraditas con, sobre todo, artículos de piel: bolsos, maletas, maletines, cinturones, guantes, todo lo que queráis, además de souvenirs. A parte de en este mercado, encontráis tiendas con artículos de piel diseminadas por toda la ciudad. Después de ver el mercado, llegamos a Via Nazionale, que nos lleva directamente de vuelta a la estación del tren.

Esperamos nuestro tren mientras recordamos mentalmente todo lo que hemos visto y recorrido estos días, y pienso en como voy a plasmar esta experiencia en palabras para poder compartirla. ¡Espero haberlo hecho bien!



domingo, 11 de agosto de 2013

Florencia en un día

Muchas personas que vienen a Roma me preguntan si es posible visitar Florencia en un día. Pues bien, desde Roma salen trenes rápidos desde la estación de Termini y también desde Tiburtina (se puede llegar con el metro B) y en una hora y media se llega a Florencia. Se pueden comprar los billetes por internet, consultad trenitalia e italotreno.

La característica principal de la ciudad es que el centro histórico se puede recorrer a pie sin problemas. Si vais a estar sólo un día en Florencia, este es el recorrido para no perderos lo esencial:



Desde la estación de Santa Maria Novella dirigíos hacia la plaza de Santa Maria Novella, donde podéis contemplar la iglesia homónima de la segunda mitad del siglo XIII. Desde allí, podéis llegar a la plaza del Duomo, donde se encuentran los edificios religiosos más importantes: la catedral de Santa Maria del Fiore, coronada por la cúpula, el campanario de Giotto y el baptisterio de San Giovanni. La catedral se puede visitar gratuitamente, pero es mucho más impresionante fuera que dentro.


Siguiendo hacia el sur por la calle dei Calzaiuoli pasaréis delante de la iglesia de Orsanmichele, decorada con esculturas (actualmente copias) y llegaréis a la plaza de la Signoria. Aquí se encuentra el Palazzo Vecchio, que data de finales del siglo XIII y que actualmente es la sede del ayuntamiento. Enfrente podéis observar una copia del David de Miguel Ángel (el original se encuentra en la Galleria dell'Accademia). A vuestra derecha tenéis la Loggia dei Lanzi, un museo al aire libre donde, entre otras esculturas, podéis admirar el Perseo con la cabeza de Medusa de Cellini y el Rapto de las Sabinas de Giambologna.


Conectado al Palazzo Vecchio se encuentra el imponente edificio que acoge la Galleria degli Uffizi. Si podéis dedicar al menos un par de horas para visitarla, podréis admirar obras de Botticelli (La primavera y El nacimiento de Venus), Michelangelo (Tondo Doni), Leonardo da Vinci, Raffaello, Tiziano o Caravaggio, además de una galería dedicada a esculturas antiguas y también pintura europea con obras de Rubens o Rembrandt.
Si es la hora de comer, acercaos a Via de' Neri, donde se encuentra el Antico Vinaio, un pequeño local familiar donde preparan bocadillos con pan de focaccia y con una gran variedad de embutidos y salsas. Dejaos aconsejar por los camareros, saben lo que se hacen. Si no coméis embutidos, como yo, tienen mozzarella y otros quesos, y una variedad de verduras.
Si llegáis hasta el Lungarno veréis el Ponte Vecchio, dirigíos hacia allí y atraversadlo. Sobre el puente hay multitud de tiendas de orfebrería. 

 
Al otro lado del río, tenéis el Palazzo Pitti, que ha sido la residencia de los Medici, de los Lorena y, en el período en que Florencia fue la capital de Italia, de los Saboya. Acoge varios museos y es posible visitar los apartamentos reales y el Giardino di Boboli, 45 hectáreas de jardín a la italiana, un auténtico museo abierto. Si aún queda tiempo, dirigíos a la Basilica di Santo Spirito, dentro se encuentra el Crucifijo de Miguel Ángel. Probablemente aquí se acaba vuestra visita a Florencia. Para volver a la estación, podéis coger un bus enfrente del puente de Santa Trinità, o cruzarlo y seguir a pie dirección norte.

Si habéis decidido quedaros en Florencia más tiempo, leed la próxima entrada :)


domingo, 4 de agosto de 2013

Presentación

Me encanta viajar. Desde siempre he tenido una pasión por descubrir sitios nuevos, por la aventura. Leo a menudo blogs de viajes y me fascina pensar en futuros viajes que puedo planear. He decidido comenzar mi propio blog porque, del mismo modo que me gusta leer experiencias de otras personas, quiero compartir con otros las mías.
Cuando leo los relatos de quiénes han dado la vuelta al mundo me siento un poco pequeñita. Tengo 22 años y he visitado sólo algunos países de Europa. Nací en Sabadell, Barcelona, pero he crecido cerca de Girona y la Costa Brava. He vivido en Inglaterra y ahora vivo en Roma, la ciudad eterna. Quiero convertir mi pasión por los viajes en mi profesión.
Poco a poco contaré algunas de mis escapadas, sin olvidar la parte culinaria, esencial para sumergirse de lleno en la cultura de un lugar.
Espero que os gusten las próximas entradas.